Cosquín2022: ?Primera Luna

 Cosquín2022: ?Primera Luna

COSQUÍN SIEMPRE SALE AL ENCUENTRO

Anoche, la Plaza Próspero Molina volvió a latir con fuerza bajo la luna de enero, donde tantas emociones suceden, aún la lluvia. La correntina Ofelia Leiva (aquella de Rosendo y Ofelia) fue la encargada de abrir el espectáculo y su presencia fue una flecha al corazón del público. Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto representaron uno de los puntos altos en el reconocimiento de la gente.

Por Alejandro Mareco

Nunca se sabe bien cuál es el instante en que sucede, pero siempre sucede. Cada vez que el Festival sale a proclamar su leyenda bajo la luna de enero, hay un momento en el que la emoción toma conciencia de que el milagro de un pueblo y su canto está una vez más presente, resonando en la querida Plaza y en todo el cielo argentino.
Puede ser en el momento en que el silencioso deslumbre del artificio de los fuegos se reúne con la siempre conmovedora arenga del conductor Claudio Juárez, que culmina en el gran estallido: “Aquí Cosquín.”.
O quizá, cuando el Himno del Festival dice las palabras precisas: “Vengan a ver el milagro, Cosquin empieza a Cantar”, mientras los bailarines del ballet Camin, dirigidos por Rodolfo Uez, afirman el encuentro de la variedad de los ritmos argentinos en una coreografía apasionada.
O, acaso también, cuando el Himno suena y en el fondo, como un latido añoso y a la vez brillante y nuevo, los tañidos de la campana de la Iglesia de Nuestra Señora el Rosario, desde una de las esquina de la Plaza, traen no sólo el eco de la memoria original sino también la certeza de una voluntad que sigue sonando.
Entonces, es cuando esa conciencia de la emoción hace que los ojos se empañen y por las caras rueden lágrimas furtivas, a veces en catarata.
Cada comienzo del Festival no es una formalidad. Es la puesta en marcha de una confabulación de sensaciones y sentimientos. Más aún en esta 62 edición que regresó a la Plaza dos años después (la pandemia obligó a que la edición anterior, acotada, fuera vía streaming y por tv).
La noche inaugural cargaba con el sigilo que daban el protocolo al que obliga el coronavirus y la espesura de un cielo que parecía contener sus ganas de llover, también expectante por la vuelta del Festival.
Y Cosquín salió al encuentro de sí mismo, de la música folklórica y de los distintos modos argentinos de cantar. Pronto fue que el escenario mayor echó a andar las sensaciones fuertes: la presencia de la correntina Ofelia Leiva sería una flecha al corazón.

Ofelia en la emoción

La mitad del legendario Dúo Rosendo y Ofelia estaba en Cosquín después de 21 años, esta vez como solista, y portando el Camín de Oro a la trayectoria que la Comisión de Folklore le entregó en la edición virtual anterior.
Sentada en la silla de ruedas adonde las adversidades de su salud la pusieron ya hace unos años, tanta fue su vitalidad y pasión, más el entrañable e inolvidable color de su voz, que la Plaza no pudo más que conmoverse hasta soltar la gran ovación.
Arrancó con el clásico de Tránsito Cocomarola, “Kilómetro 11”, como parte de un puñado de queridos chamamés. Entre ellos, el estremecedor “Bajo el cielo de Mantilla”, que escribió Teresa Parodi con música de Mateo Villalba, y que cuenta del desarraigo, es decir, el dolor visto desde el lado de las historias migrantes y que habla de los tantos que han dejado y dejan su tierra amada en busca de una oportunidad en la gran ciudad.
Fue entonces que los ojos de Ofelia se inundaron. Pero igual no extravió el rumbo de la alegría, como cuando su cejas bailaban al compas de “A mi Corrientes Porá”. “Hagan de cuenta que me puse de pie”, dijo.
Cosquín salió al encuentro. La apertura del Festival con Ofelia (distinguida hace dos años por la Legislatura correntina junto a media docena de históricas cantoras chamameceras) fue también un abrazo para Corrientes y el chamamé, género declarado hace poco como Patrimonio de la Humanidad. Y justo cuando está por terminar una nueva edición del Festival del Chamamé (hoy domingo), uno de los más potentes y auténticos del país.
Pero Cosquín, de un modo u otro, siempre tiene un hito que ofrecer en la memoria de nuestra música: fue en su escenario, en la edición 1968, que Ofelia conoció a Rosendo (Domingo Palacio, cordobés nacido en General Deheza) y luego armaron el notable dúo chamamecero.
Después, llegó el momento de los grupos vocales, una de las grandes tradiciones del folklore argentino de los años ‘60 y ‘70 que aún mantiene su llama encendida. Opus Cuatro, el celebrado conjunto nacido en 1968 en La Plata, anunció a través de Federico Galiana,l único de los miembros fundadores aún presente en la formación, que comenzaba anoche el año de la despedida.
Cantaron algunas de sus versiones más festejadas, como “Te quiero” (Alberto Favero y Mario Benedetti) y “Digo la mazamorra” (Antonio Esteban Agüero y Peteco Carabajal). Luego, a través de una versión compartida de “Alfonsina y el mar” (Luna y Ramírez), le dejaron simbólicamente la posta al cuarteto rosarino Karé.
Y sí, Karé, se ha convertido en el heredero de aquella corriente vocal, y asume la misión con calidad y creatividad en los arreglos y en el armado del repertorio. Presentaron parte de su nuevo disco, “Yuyes” donde incluyen temas como “Las manos de mi Madre” (Peteco carabajal) o “Mi viejo” (Piero). Además, sumaron su original reunión de once zambas clásicas en sólo media zamba, y hasta una sentida y luminosa versión de “La avenida de los tilos” (de la poeta marplatense María Wérnicke, y música de Marco Montoya).

Vitale-Baglietto

Llegó luego el tiempo de la fecunda cantera que representa el PreCosquín, cuya final conducen siempre Nathalie Allende .y Pablo Bauhoffer, presentes anoche acompañando a Juárez.
Se trató de la triunfadora en la categoría solista vocal: Sofía Asís, tucumana afincada en Córdoba y ganadora de la subsede La Calera, con un puñadito de temas demostró su buena e inquieta voz, con sabor y sentimiento para ubicar sus fraseos.
El covid había dejado al margen de la programación de la primera luna a Jorge Rojas y a Jairo. Fue entonces que el dúo Lilto Vitale y Juan Carlos Baglietto no sólo ocuparon parte del vacío, sino que le dieron de vivir un tramo inigualable a un público que los reconoció fervorosamente en su calidad artística.
El repertorio incluyó muchos de los temas que están en la boca de la gente, como “El Témpano” “Dios y el Diablo en el Taller” (Abonizio), “Piedra y camino” (Yupanqui), “Que he sacado con quererte” (Violeta Parra), entre otros. También invitaron al salteño de la potente voz, Juan Fuentes (ex Los Huayras) a cantar “Oración del remanso” (Fandermole).
Al final cuando sonaba “El Mensú” (Ramón Ayala), la lluvia que hasta ese momento se había expresado con caricias de llovizna, se pronunció con toda su abundancia.
En la Plaza sólo quedaron algunos estoicos que serían testigos de la presentación de la delegación de la Provincia de Santa Cruz, con atractivos cuadros y motivos, más un emocionante homenaje a Rubén Patagonia.
A continuación, Martín Paz y su voz de pura estirpe y color propio, regó a su vez la plaza de chacareras y otros motivos. Y al final, fue Juan Fuentes el que se sobrepuso a la soledad de la platea aunque no de las pantallas de televisión, y dejó plantado la fuerza de su proyecto.
Así, con la lluvia como otro asterisco de dificultad, Cosquín lanzo su grito y su canto bajo la luna de enero, y una vez más salió al encuentro de los argentinos con su misión de sostener una porción de lo permanente de la cultura que nos define y nos une.

Red Imagen