Borges y su mundo fantástico / por Ramón Recalde

 Borges y su mundo fantástico / por Ramón Recalde

Jorge Luis Borges, quizás el mayor poeta y escritor argentino, cultivaba el humor y la ironía. Sus respuestas breves, espontáneas, muchas veces semejaban a un certero latigazo.

Tomó de su amigo Macedonio Fernández la “teoría de la humorística”, privilegiando esa posibilidad como estrategia deconstructiva: una llave que abre, sedimenta e interroga las concepciones rígidas y las certezas infranqueables; los recursos de la ironía, el sarcasmo o el chiste conceptual, se despliegan en su escritura y se ofrecen como abanicos que provocan desde la sonrisa cómplice del lector hasta la disrupción o la subversión de ideas y nociones que parecen inamovibles o conclusas.

Enemigo acérrimo del peronismo, respondía a los groseros agravios con su fina ironía. Como la de esa vez que un joven se ofreció ayudarlo para cruzar una avenida. Lo tomó del brazo y le preguntó: “¿No le molesta?, le aclaro que soy peronista”.

“Pero nó hijo, no olvide que yo también soy ciego”.

A una pregunta sobre qué opinaba del peronismo, respondió: “No son buenos ni malos, son incorregibles”.

En otra oportunidad, fue visitado por el escritor peruano Mario Vargas Llosas, -luego Premio Nobel de Literatura- que le manifestó su sorpresa por la modestia del departamento (había hasta una gotera) y la estrechez de los ambientes. Al salir a la calle, un enjambre de periodistas los esperaban. “Maestro, ¿qué nos puede contar del encuentro con el gran escritor?”
Fingió sorpresa y -para el estupor de la visita- les respondió: “No sabía que era escritor, me pareció que era un agente inmobiliario que me quería comprar el departamento”.

Su paso por Córdoba

No recuerdo en qué año, tuve la oportunidad y fortuna de asistir a una conferencia de prensa que dio en el Hotel Crillón. Entre tantos, estaba un colega de un canal de televisión que pidió prioridad para su nota, teniendo en cuenta que iba a ser breve. Y así fue. El periodista le realizó algunas preguntas, acotadas a la brevedad del programa. Al cerrarla cometió un error: “Gracias maestro, hemos agotado los temas”.
“Caramba -respondió Borges-, estaba convencido que nos faltaba el universo”.

Otras frases e ideas que quedaron

Para finalizar, un resumen de sus inolvidables respuestas. Algunas tienen la impronta de su humor y otras la riqueza de su sabiduría.

  • “Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿Para qué sirve el sabor del café? ¿Para qué sirve el universo? ¿Para qué sirvo yo? ¿Para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?”.
  • “Es una antigua tradición escandinava: me nominan para el premio y se lo dan a otro. Ya todo eso es una especie de rito”.

“De todos los instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”.

  • “He tratado de conocer todo lo posible, pero desde luego, ya que el mundo es un hecho infinito, lo que un individuo puede conocer es una partícula. Yo pienso que a veces la literatura es como una biblioteca infinita, y de esa biblioteca cada individuo solo puede leer unas páginas. Quizás en esas páginas este lo esencial”.
  • “He pensado alguna vez que quizás una persona que esté enamorada vea a la otra como Dios la ve, es decir, la ve del mejor modo posible. Uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única”.
  • “Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente?”.
  • “Todos caminamos hacia el anonimato, sólo que los mediocres llegan un poco antes”.
  • “Nada, nada amigo mío; lo que le he dicho, no estoy seguro de nada, no sé nada. Imagínese que ni siquiera sé la fecha de mi muerte…”.
  • “Espero ser juzgado por lo que he escrito y no por lo que he dicho o me han hecho decir. Yo soy sincero en este momento, pero quizás dentro de media hora ya esté en desacuerdo con lo que he dicho”.
  • “No creo que las ideas sean importantes. Un escritor debería ser juzgado por el placer que da. Y por las emociones que provoca”.
  • “Yo recuerdo más lo que he leído que lo que me ha pasado. Pero claro que una de las cosas más importantes que pueden pasarle a un hombre, es haber leído tal o cual página que lo ha conmovido, una experiencia no menos intensa que otras”.
  • “El escritor debe volverse anacrónico, es decir, contra el tiempo. A diferencia, infiero, del periodista o del cronista de la historia.”
  • “Me gustaría ser otro escritor que no fuera Jorge Luis Borges. A mí no me gusta lo que escribo; si yo fuera más prudente, leería más y no cometería la imprudencia de escribir”.
  • “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón.”
  • “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos.”
  • “La amistad no necesita frecuencia, el amor sí, pero la amistad no”.
  • “Lo más noble del argentino es la amistad, la pasión de la amistad”.
  • “La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido”.
  • “Escribir es un modo de soñar, y uno tiene que tratar de soñar sinceramente. Uno sabe que todo es falso, pero sin embargo, es cierto para uno. Es decir, cuando yo escribo estoy soñando, sé que estoy soñando, pero trato de soñar sinceramente.”
  • “No tengo ningún mensaje. Cuando escribo, escribo porque tengo que hacerlo. No creo que un escritor deba meterse demasiado con su propia obra. Debe dejar que la obra se escriba”.
  • “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz”.

Ramón Recalde

Red Imagen