Antes que lo haga la Historia…
MESSI: NO ES LA BANDERA, LA ESCARAPELA
NI EL ESCUDO, PERO ES UN SÍMBOLO PATRIO

 Antes que lo haga la Historia…MESSI: NO ES LA BANDERA, LA ESCARAPELANI EL ESCUDO, PERO ES UN SÍMBOLO PATRIO

Antes que nada para esta cuestión dejemos aparte al D10S Diego, porque a veces las comparaciones nos llevan a terrenos irreconciliables con la historia y con la realidad, especialmente a la hora del fanatismo exacerbado por los recuerdos y las nostalgias.
Los argentinos hemos endiosado a Gardel, a Fangio, a Perón, a Illia, a Favaloro, a Alfonsín, a “Pichuco” Troilo, a Evita, a Piazzolla y a tantos otros con la particularidad que unos más y otros menos, debieron dejar la vida terrena para transformarse por eso de la magia de ciertos olvidos, en personas ejemplares y tampoco es cuestión de andar revolviendo prontuarios como la mejor manera de evitarnos desencantos.
Hemos tenido embajadores y cancilleres preclaros, honestos, capaces y también de los otros. Hemos glorificado a San Martín, a Belgrano, a Sarmiento y la memoria colectiva y los libros de la escuela se llenaron de próceres, pero nunca nos dedicamos a reconocer estandartes humanos mientas flameaban entre nosotros, sino que había que esperar que partieran sin regreso y en lo personal debo calificar esas omisiones como absurdas e improcedentes, porque aquellas personas que merecen el honor del homenaje y el reconocimiento deben paladearlos en vida.
Sin más vueltas y termine como termine la Qatar2022, debiéramos sin más demora declarar a Lionel Messi como uno más de nuestros patrióticos símbolos, sin pretender igualar a la Bandera, la Escarapela, el Himno o el Escudo ni los laureles de los próceres, sino como reconocimiento a sus valores humanos y su innegable condición de representante argentino ante el mundo, basándonos en su personalidad, el respeto por el adversario, su condición de “anti-estrella”, su impecable conducta deportiva, el compañerismo, sentido de familia, la humildad tantas veces demostrada y más que nada, por su tolerancia frente a tantas ofensas que recibe de quienes se sienten víctimas de su íntegra condición de ciudadano y deportista; de aquellos que no soportan “un caño”, la “pisada”, el endiablado manejo de sus piernas cortas hasta para los pases largos, ni la quirúrgica exactitud con la que nos deleita en cada tiro libre.
No quiero caer al delirio de endiosarlo ni inventar un culto a su persona porque llegaría penosamente tarde en el intento, frente a lo que ya tácitamente existe y hemos podido apreciar que es universal.
Con nadie ni en el nombre de nadie, nunca se fanatizaron por nosotros en Bangla Desh, en Egipto, en Filipinas, en la milenaria India ni en la mismísima Gran Bretaña. Ninguno de nuestros diplomáticos consiguió el unísono de la admiración que genera ese pibe, que era petiso en Rosario y es un gigante en la Selección con los colores celeste y blanco.
En suma, no es necesario que le rindamos honores ni lo glorifiquemos. Tampoco que le proclamemos santidad ni pavadas por el estilo y nos haría contentos entre tanta adversidad e inmerecida chatura, que nos siguiera regalando alegrías y no dejara de ser imprescindible ejemplo para las generaciones de pibes que sueñan con emularlo.
¿Pedir que se le tributen homenajes, reconocimientos, veneración y ofrendas?
No es necesario que lo hagamos porque a todo eso nos lo brinda ampliamente a nosotros con cada pique, cada gambeta, cada esquive, cada uno de sus mensajes a la red, cada ovación y cada gesto de serenidad frente a las agresiones que le perpetran. Puede que sean motivos cargados de generosidad porque son casi unánimes o plenos de ese pernicioso exitismo contra el cual Messi se vacunó desde siempre.
Han pasado pocos minutos del final del partido con un resultado que tiene el valor agregado de aniquilar las mufas con la alegría de sabernos a un paso de la puerta del Paraíso, ese edén que se nos fijara en el alma cuando pocos años atrás advertimos que desde nuestros colores y no de una lámpara, naciera ese prodigioso genio que tanta alegría nos regala y no tan solo en el triunfo, sino simplemente con que sepamos que será uno de los protagonistas de algún maravilloso acontecimiento.
El resultado es ahora lo de menos, cuando lo trascendente será cada vez que recordemos con placer infinito y sensualmente futbolístico haberlo vivido, gozado o padecido.
No hace falta decretar que Lionel Messi sea considerado un símbolo patrio.
Silenciosa y humildemente, ya lo es…
Gonio Ferrari
Periodista casi en reposo

Periodista Gonio Ferrari

Red Imagen